Cuando cumplió seis años, el niño ya habÃa sido sacado clandestinamente
de su paÃs, echado a navegar en un bote de cinco metros de eslora
donde se apiñaba una docena de personas, zozobrado en las aguas donde
se encuentran el Atlántico y el Caribe, zarandeado por las olas, visto
con curiosidad por los peces, rescatado con vida horas después, recibido
como héroe, celebrado como un regalo de Dios, fotografiado y filmado
para que todo el mundo conociera su hazaña, y es objeto de un nuevo
episodio de tensión entre Cuba y Estados Unidos.
Se llama Elián. Elián González. Tiene la estatura de un niño de seis
años, la cara de un niño de seis años, y la mirada asombrada de alguien
que espera verlo todo en cualquier momento, aunque no lo sepa porque
tiene seis años. Por eso no comprende lo que pasa…
Cuando lo recibieron sus familiares en Miami, después del susto y
de la pena por los ahogados (entre ellos su madre y su padrastro),
Elián aparecÃa con ellos ante las cámaras y todos daban por sentado
que de ahora en adelante este niño iba a tener una vida distinta porque
se quedarÃa a vivir sin problemas en Estados Unidos. Asà fue, cuando
menos en parte, hasta el domingo.
El domingo, el presidente Fidel Castro exigió el regreso de Elián
y dio a Estados Unidos un plazo de setenta y dos horas para devolver
al niño. "Si Elián fuera mexicano o dominicano", dice Fernando Ravsberg,
el corresponsal de la ³ÉÈË¿ìÊÖ en Cuba, "el caso serÃa fácil. Pero Elián
es cubano, y eso le da una dimensión polÃtica a toda esta historia".
El gobierno de Cuba explica que -en todo caso- la mamá del niño murió
en el naufragio y la custodia de Elián le corresponde a su padre,
que vive en Cuba como los abuelos maternos y paternos del pequeño.
Y reclama a Elián. El gobierno de Estados Unidos no parece dispuesto
a entrar en una guerra de declaraciones, ni a responder al ultimátum
de Castro. La familia contrató un abogado.
"¿Qué pensará el niño?", me preguntó y se preguntaba un colega. Lo
más probable es que Elián no piense nada, y que esté disfrutando todas
las cosas nuevas que ha visto, sentido y recibido, sin saber lo que
pasa, rodeado de personas amables.
Unos aseguran que el niño llegó a un paÃs cuyo sistema es banal y
corrupto, básicamente egoÃsta y sin conciencia social. Otros afirman
que vivÃa en un paÃs cuyo sistema es totalitario y no menos corrupto,
necesariamente pobre por la falta de libertades.
"¿Y el niño?", volvió a preguntar mi colega.
Unos dicen que tendrá derechos que en su paÃs no existen, que podrá
elegir libremente lo que quiere hacer de su vida, y que no debe volver
a una fantasÃa que impide a las personas la búsqueda de la felicidad.
Otros dicen que Elián no debe quedarse en un paÃs cuya vida se centra
en el consumo, y que al cabo de un tiempo será un emigrado más, hijo
de ninguna parte.
"La historia lo absorberá", le respondo a mi amigo. Por ahora, Elián
González es un pretexto para continuar escribiendo la historia de
un enfrentamiento que ya dura cuarenta años. Al niño lo olvidarán
dentro de no mucho tiempo, tanto si se queda en Estados Unidos como
si regresa a Cuba.
Pero -pase lo que pase- Elián González habrá de detenerse un dÃa a
ver el mar, más allá del mar, y pensará qué habrÃa sido de su vida
si esa noche de noviembre su madre no lo hubiera llevado cuando huyó
de la isla…
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