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Los niños de la calle y Bill Clinton


Cartagena de Indias

Cuenta la leyenda que un d铆a apareci贸 un hoyanco en pleno centro del pueblo. Preocupado, el cabildo convoc贸 de inmediato un ingeniero que lleg贸 de inmediato, mir贸 el agujero, lo midi贸, se sumi贸 en una reflexi贸n pasajera y emiti贸 su dictamen contundente y definitivo:

-Lo puedo arreglar 鈥揳segur贸 el ingeniero-. Hay que cavar un agujero junto y tapar el viejo con la tierra del nuevo; luego hacemos otro junto al nuevo y repetimos el procedimiento hasta que lo saquemos del pueblo...

Pero un d铆a el pueblo amaneci贸 transformado. Alguien tap贸 los agujeros en las calles, limpi贸 las l谩mparas del parque, pint贸 los frentes de las casas, encal贸 los muros ennegrecidos por la mugre, colg贸 banderas de papel de poste a poste, plant贸 谩rboles j贸venes a los lados de la carretera, y traz贸 una raya blanca que se帽alaba el camino de la unidad deportiva hasta el parque.

El visitante desprevenido habr铆a jurado que se trataba de otro pueblo. "¿Qu茅 pasa?", preguntaba el fuere帽o al notar la pintura fresca que le daba a las cosas un aire nuevo. "Nada", le dec铆an los que ya iban rumbo a la unidad deportiva, siguiendo la l铆nea blanca. "Lo que pasa es que viene el Presidente".

Y as铆 era. Entonces se explicaba uno la presencia de soldados, de se帽ores con traje reci茅n comprado, de j贸venes de cabello cort铆simo con camisas nuevas. El poder del Se帽or Presidente (o El Preciso, como le dec铆amos en la escuela) se sent铆a mucho antes de que la ma帽ana se llenara con fragores de helic贸ptero, luces de patrullas ins贸litas y actividades perentorias.

Y si ten铆a uno suerte, entre la polvareda, m谩s all谩 de la multitud y los soldados, ve铆a abrirse la puerta del helic贸ptero y aparecer, ligeramente irreal en la vida real, la figura del personaje cuya foto estaba en todas partes...

Ese d铆a, sin que nadie se diera cuenta, los borrachos del pueblo, los mendigos, los locos, los sin casa, se iban qui茅n sabe a d贸nde y all铆 se quedaban hasta que el 煤ltimo helic贸ptero desaparec铆a tras la primera monta帽a y los pol铆ticos locales se iban a celebrar, todav铆a intoxicados por el aroma del poder.

Nunca supe si los efectos secundarios de las visitas presidenciales tuvieron algo que ver con la pol铆tica que consider贸 el gobierno de Los 脕ngeles a principios de los noventa, cuando alg煤n funcionario se qued贸 en el centro despu茅s de las cinco de la tarde, hora en que el mundo vuelve a los lugares de donde hab铆a venido y deja el Pueblo de Nuestra Se帽ora Reina de Los 脕ngeles y Porci煤ncula a merced de los que nada tienen en un pa铆s que lo tiene casi todo.

Lo que vio el funcionario fue el mundo del otro lado del espejo de la vida estadunidense, una visi贸n reservada para los mortales comunes y corrientes y cuidadosamente oculta de la vista de los poderosos, nacionales o extranjeros, sobre todo extranjeros. La idea que tuvo el funcionario angelino fue terriblemente similar a la del ingeniero del pueblo, y consist铆a en sacar a los mendigos, los locos, los adictos, los sin casa, del centro de la ciudad y echarlos a otra parte de donde los echaran a otra parte, y as铆 sucesivamente hasta que desaparecieran de la memoria.

Pero no s贸lo en el pueblo mexicano y en la urbe estadunidense se comete el exceso que en cualquier otro pa铆s (de Europa central, por ejemplo) habr铆a sido motivo de esc谩ndalo y censura occidentales, y aun de amenazas de intervenci贸n militar y un operativo de bombardeo preventivo, adem谩s del establecimiento de un tribunal especial para juzgar este tipo de indignidad contra el ser humano.

Tambi茅n pasa en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, donde, según el diario , desde el 23 de agosto comenzaron a desaparecer los ni帽os de la calle en la zona tur铆stica de Bocagrande y los mendigos y los locos que caminan por el resto de la ciudad con su problema a cuestas.

El operativo 鈥搎ue, según la misma fuente, consiste en llevar a los indeseables a 鈥渃entros de recreaci贸n鈥 en las orillas de Cartagena de Indias- se debe a la visita del presidente Bill Clinton, que pasar谩 un d铆a en la ciudad ultimando detalles del paquete de mil trescientos millones de ayuda militar al gobierno de Colombia para combatir al narcotr谩fico y la guerrilla.

No han sido pocos los colombianos que han criticado la medida de su gobierno, que parece tan deseoso de agradar a Clinton y tan poco dispuesto a hacer algo por sus ciudadanos que no tienen derecho a voto ni representaci贸n. Tal vez quien mejor plante贸 el asunto fue el trabajador social Alonso Cruz, quien puso las cosas en su lugar cuando lo entrevistaron para el diario cartagenero:

"La visita de Clinton es importante porque abre el di谩logo internacional con Colombia", declar贸 Cruz sin titubeos. "Pero lo malo es que est谩n escondiendo a los ni帽os de la calle, a los mendigos y a los locos cuando la verdad es que tendr铆an que hacer lo contrario: tendr铆an que llevar a toda esta gente al aeropuerto el d铆a que llega Clinton para que vea los problemas que tenemos y nos ayude".

Lo que no previ贸 Alonso Cruz es que entonces el gobierno de Colombia tendr铆a que ocultar a los narcotraficantes y los guerrilleros, cosa que ya no se puede hacer.

As铆 que la 煤nica esperanza que tenían los ni帽os de la calle, los mendigos y los locos de que habla Alonso Cruz era que, en alg煤n momento del d铆a que pasó en Cartagena de Indias, Bill Clinton preguntara extra帽ado a sus anfitriones qué pasó con los niños de la calle, los mendigos y los locos.

Pero los presidentes no preguntan esas cosas.



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