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El precio de la paz en Colombia



Lo malo de la paz, me explic贸 un d铆a don Manuel Zorrilla, es que hay muchos que no saben qu茅 hacer con ella. Me pas茅 el s谩bado d谩ndole vuelta a esa advertencia -lento que es uno- y me d铆 cuenta de lo que me dijo hace a帽os el viejo pol铆tico mexicano cuando le铆a la noticia m谩s reciente de Colombia:

Otros once muertos un d铆a y ocho secuestrados al siguiente en alg煤n lugar del pa铆s de Am茅rica Latina m谩s marcado por la violencia, cuando menos en mi memoria. Pens茅 que era injusto. Sent铆 que era triste. Y entonces me pregunt茅 c贸mo ser铆a Colombia si se firmara la paz.

Para comenzar, nueve se帽ores se quedar铆an sin trabajo, aunque de 茅so hablaremos m谩s tarde. Primero hay que tomar en cuenta que firmar la paz no significa conseguirla. Hay ejemplos de todos tama帽os sobre la desilusi贸n que renace cada vez que se viola un acuerdo o se rompe un cese el fuego. Sin embargo, en mi reflexi贸n el problema quedaba resuelto.

驴Y d贸nde van a meter a los guerrilleros?, le pregunt茅 a la voz interior que conversa conmigo desde octubre. No me los imagino yendo a trabajar de nueve a cinco, o las horas que trabajen en Colombia. Es m谩s, no logro imaginarme en qu茅 podr铆an trabajar, aunque podr铆an volverse partidos pol铆ticos, pero eso es lo de menos.

驴Y los paramilitares?, me respond铆 preguntando. 驴Volver谩n a vivir como antes, junto a quienes combatieron, con sus familias de hijos amigos de padres enemigos, c贸mo ser谩 esa vida, habr谩 perd贸n, vendr谩 el olvido, qu茅 pasar谩 con ellos?.

Pero el v铆nculo entre unos y otros es la droga, precis贸 mi voz en voz baja. La vida de Colombia est谩 fatalmente determinada por una lucha que comenz贸 siendo entre liberales y conservadores, y termin贸 contaminada por el virus del narcotr谩fico.

Los narcos, sobre todo los narcos, insisti贸 mi voz desde dentro, 茅se es cuento de no acabar, porque les est谩n atacando donde no sienten. El d铆a que el tr谩fico deje de ser negocio se acabaron los narcos tal y como los conocemos, aunque sean mitificados a veces por la DEA.

驴Y qu茅 van a hacer con ellos?, me pregunt茅. No creo que les permitan convertirse en empresarios, en banqueros, en pol铆ticos, en nada que no sea lo que ahora son. El narco, la droga, representan el lado oscuro del ser humano, y m谩s que combatirlo hay que entenderlo para controlarlo.

La vaina son las armas, apunt贸 de nuevo la voz. Ah铆 est谩 Centroam茅rica, llena de ellas. Donde hay armas hay inquietud, ganas de apretar el gatillo. 驴C贸mo deshacerse de tantas armas que tiene el narco, que tiene la guerrilla, que tienen los paramilitares, etc茅tera?

No, ataj茅, el verdadero peligro es el dinero, porque a diferencia de las armas se puede mostrar y disfrutar y compartir. Puede hacer m谩s da帽o un funcionario comprado que un delincuente suelto. Pero la combinaci贸n de guerrillas, narcotraficantes y malhechores comunes con dinero tiene efectos profundos y prolongados en cualquier parte.

La cosa -concluí- se resume en una palabra: poder.

La paz, como se ve, no es f谩cil. La paz con justicia social para Colombia, tal y como acordaron negociarla gobierno y rebeldes el 10 de marzo puede ser un ejercicio todav铆a m谩s dif铆cil y amargo.

Una nueva Colombia

Hace calor. Uno puede ver la mesa, las sillas, los vasos medio llenos o medio vac铆os de agua, los ceniceros, los papeles que todos hicieron a un lado, y los nueve se帽ores que firman un comunicado conjunto: V铆ctor G. Ricardo, Fabio Valencia Coss铆o, Jos茅 Gonzalo Forero, Pedro G贸mez Barrero, Juan Gabriel Uribe, Camilo G贸mez Alzate, Ra煤l Reyes, Joaqu铆n G贸mez y Fabi谩n Ram铆rez. Su trabajo es hacer la paz en Colombia. Alguien -un ujier- guarda el documento mientras todos se retiran en silencio. Luego se da a conocer al pa铆s y al mundo.

Lo m谩s probable es que no haya pasado as铆. Pero lo que esos se帽ores firmaron en la villa de Nueva Colombia, de Los Pozos, en San Vicente del Cagu谩n, lejos de muchas partes, no es poca cosa. Ellos nueve son los representantes del gobierno y la guerrilla, y su trabajo consiste precisamente en lograr la paz.

Se piensa debatir en p煤blico y necesariamente con 茅l sobre la creaci贸n de empleos en una pol铆tica de crecimiento econ贸mico que aliente la producci贸n dom茅stica, apoye una econom铆a solidaria, promueva la inversi贸n externa, permita atender el bienestar social, satisfaga las necesidades de educaci贸n y motive la investigaci贸n cient铆fica. Tambi茅n se mencionan los recursos naturales y su distribuci贸n y la sustituci贸n de cultivos ilegales con programas de desarrollo alternativo, y la democratizaci贸n del cr茅dito, la asistencia t茅cnica y la comercializaci贸n.

Si uno se atiene a la letra del documento -y a lo que transpira de 茅l- se dar谩 cuenta de que lo que piensan debatir el gobierno y los rebeldes de Colombia es la transformaci贸n del pa铆s en tiempos del af谩n globalizador. En cualquiera otra parte, uno dir铆a que los rebeldes ganaron porque el gobierno se sent贸 a negociar el cambio de pa铆s.

El gobierno ha cedido territorio a cambio de seguridad. Los rebeldes han amainado sus ataques contra el ej茅rcito. Pero no han cesado ni la actividad de los paramilitares ni los secuestros de civiles a quienes los rebeldes un d铆a aspiraron a representar.

As铆 que el trecho entre el dicho y el hecho es grande e imponente. El Estado colombiano acepta modificarse a cambio de que los rebeldes acepten apaciguarse. Una cosa por otra. Y como 茅ste es el en茅simo esfuerzo en busca de una paz que no llega, uno no puede sino desear que 茅so pase. Para una reflexi贸n como la m铆a ya es suficiente.

Cuando llegue el d铆a de la paz, los 煤nicos que podr谩n sentirse satisfechos de haberse quedado sin trabajo son V铆ctor G. Ricardo, Fabio Valencia Coss铆o, Jos茅 Gonzalo Forero, Pedro G贸mez Barrero, Juan Gabriel Uribe, Camilo G贸mez Alzate, Ra煤l Reyes, Joaqu铆n G贸mez y Fabi谩n Ram铆rez. Que as铆 sea.


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La Columna de Miguel
El mundo, el periodismo, la vida cotidiana, los estereotipos, las anécdotas, a través de la particular lente de Miguel Molina.

ÍNDICE DE CHARLAS

¿Quién salvará a El Salvador?
Hijos de la Vieja Albión
Sobre vivir con miedo
Mirarse en un espejo ajeno

Las interniñas y un viejo vestido de blanco
Ashley tiene una pistola
Recuento
Tres mitos para Caterine
Cosas que ya no tienen remedio
La noche en que el sistema se vino abajo
Los trenes ya no van a ningún lado
Clones y extraterrestres
Reflexiones de un ludita aficionado
Las olimpiadas ya no son un juego
Donde no se atreven la ibuprofen lisina ni el maleato de domperidona
Los niños de la calle y Bill Clinton
En tren, en góndola, en el baño
Qué piensa y qué oye Fujimori
Nada como no hacer nada
Gordon puede darse por muerto
Me preguntaron qué pensaba
¿Y el lunes qué?
Jardín del Edén
Se llama Kennedy y toca el viol铆n con micr贸fono
Tecnología por tu bien (I)
Nunca tuvo ningún perro
Iloveyou
Días del trabajo
Elián y las niñas
Razones de amor para no fumar
Casi el paraíso
El derecho a preguntarle al presidente
Virtud de los peluqueros
El precio de la paz en Colombia
Ahí viene la guerra
In memoriam sombrero II
In memoriam sombrero I
Inútil divagación sobre la patria
Cercanía y distancia de México
Otros diez minutos sin Martí
La urraca, la zorra y el silencio
Ecuador: las manos en el fuego
Esa noche...
En descargo de la nostalgia
El dios y el diablo del teniente coronel
Fin del mundo y platos sucios
El niño y el mar
Cosas de noviembre
Cita con las estrellas
Días y noches de Miami
Tea, sir?
Mitos de Londres

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