La realidad, ya se sabe, tiene los mejores guionistas, de esos que no trabajan en Hollywood porque allí sólo prosperan las ideas convencionales.
La realidad cotidiana requiere cosas asombrosas, historias traídas de los pelos, aventuras que bordeen o caigan en lo fantástico, lo grotesco, lo increíble.
Cómo lo de Ferrari/McLaren y Hamilton/Alonso en la Fórmula 1, por ejemplo, que ayer en Japón tuvo , con el español estrellándose y el inglés recibiendo la bandera a cuadros bajo la lluvia.
O el quedándose con el grupo “de la muerte” en el campeonato mundial, ganando todos sus partidos, entre ellos a los dos mejores equipos del hemisferio norte, Francia e Irlanda.
O , desahuciado hace unos días, despertando con tres goles al Levante después de varias fechas de numerosos remates desviados. Y es casi seguro que Ronaldinho nos deje con la boca abierta en su inminente reaparición. ¿O no decíamos casi todos que ya no servía para nada?
O el tupé de los dirigentes del Real Madrid, que como Moisés con los diez mandamientos, para presentar a sus jugadores un ridículo Libro del Buen Madridista, con un decálogo de buenos modales deportivos, según el modelo impuesto por esas empresas de vendedores ambulantes que deben dejar buena impresión en los clientes, más allá de la calidad del producto.
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