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Lecciones de historia

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Miguel Molina | 2007-11-09, 8:22

Detalle de '脕rboles de Olivo' de Van Gogh

Cuando salimos de Bruselas, los d铆as comenzaron a llenarse de maravillas y cosas extra帽as.

Un mi茅rcoles amaneci贸 inundado con racimos de bananas que tra铆a a la playa de Hameland el Mar del Norte. Las olas grises arrastraban cosas verdes que no eran peces sino frutas que ven铆an del otro lado del mundo. Llov铆a cuando sal铆amos a la calle y dejaba de llover cuando entr谩bamos a un bar en busca de calor y de sustento.

Las tardes ten铆an luces que la lluvia no lograba opacar, y hab铆a un aire de alegr铆a en todas partes, como si alguien acabara de declarar que una fiesta hab铆a comenzado. Pasamos la noche del s谩bado caminando de un museo a otro en busca de im谩genes que alguien vio hace siglos y las pint贸 no para que las vi茅ramos sino porque la imperiosa necesidad del genio es as铆.

Suspendimos nuestro peregrinaje a eso de las diez y nos conformamos con un caf茅 con calvados y la certeza de que el domingo ver铆amos otras cosas.

Pero las cosas del domingo hab铆an dejado de ser maravillosas y extra帽as en este lugar de cosas maravillosas y extra帽as.

Eso pas贸. En la casa que fue de la se帽ora Sandrina Louisa Willet Holthuysen, al pie de un canal, vimos la vajilla de doscientas cuarenta y tantas piezas que alguien ten铆a que lavar cada vez que hab铆a cena.

Despu茅s vimos en otros museos, en verdad y en pintura (que es m谩s verdadera que la verdad algunas veces), muchas de las cosas que se usaban en la casa de la se帽ora Willet Holthuysen y muchas que se hab铆an dejado de usar mucho antes.

Y vimos todos los Van Gogh que puede resistir el ojo propio o ajeno en tres horas y media, y se nos llen贸 la vista de colores inusitados, y supimos que el inter茅s de los japoneses por la obra del artista se debe, en parte, a que el pintor admiraba e imit贸 a los ilustradores orientales.

Y vimos todos los Hals que uno encuentra en Haarlem y lo miran a uno sin que uno sepa sus nombres, con la numerosa excepci贸n de los regentes del asilo de ancianos, cuyos nombres conservan los registros de la burocracia desde entonces, y de las regentas del asilo de ancianos, que no quer铆an al artista y a quienes el artista pint贸 de manera tal que ser谩n feas hasta que el tiempo acabe.

Y vimos maravillas menores, que uno encuentra en cualquier callej贸n, en cualquier reflejo o en cualquier ventana. Supimos que la verdadera vocaci贸n de Amsterdam es mostrarse tras una vitrina que ense帽a pero no necesariamente ofrece las tentaciones de la carne o del dinero.

Basta de historia

Hab铆amos salido de Bruselas un mediod铆a apresurado, acosados por una llovizna que nos oblig贸 a detener nuestro paseo en los escalones del Palacio de Justicia, regresar por donde hab铆amos venido y terminar la jornada en el Rendezvous des Artistes, descubriendo placeres de queso y de cebada.

A lo lejos, entre la niebla, se ve铆an edificios de otro tiempo.

Uno, reflexivo por naturaleza y humilde por el traqueteo del viaje, piensa en B茅lgica cuando parte del reino de los Pa铆ses Bajos, que no funcion贸 porque ten铆a dos capitales: La Haya y Bruselas, y termin贸 en sainete o casi.

Quienes fueron a la 贸pera de Bruselas el 25 de agosto de 1830 recordar铆an muchos a帽os despu茅s el esc谩ndalo que se arm贸 cuando se present贸 La Muette de Portici, que cuenta la historia del levantamiento contra la dominaci贸n espa帽ola de N谩poles en el siglo XVI, y Adolphe Nourrit cant贸 su parte del dueto Amour sacre de la patrie.

La carga nacionalista de la canci贸n hizo que la gente saliera del teatro a las calles y rechazara el reinado de Guillermo I, impuesto por Gran Breta帽a y Prusia, que en esos siglos eran potencias europeas.

La historia consigna que Leopoldo de Saxe-Coburg, el t铆o de la reina Victoria fue llamado para reinar en la nueva naci贸n, y as铆 lo hizo hasta 1865. Basta de historia.

Cuando regresamos, el pa铆s parec铆a a punto de desaparecer como hab铆a nacido, v铆ctima de sus propias virtudes y sus propias debilidades.

Otros museos

Amsterdam nos permiti贸 recordar otros lugares y otros museos en que el arte nos fue ense帽ando cosas y gustos y ritmos y costumbres y vicios y victorias de la virtud sobre todas las cosas.

Recordamos un mediod铆a de lluvia en Cuba que nos permiti贸 cruzar el parque de La Habana Vieja desde el hotel Inglaterra y llegar hasta el Museo Nacional de Bellas Artes y ver obras que nos hicieron olvidar el hecho fat铆dico de que no caminar铆amos por las calles de El Vedado ni nos ba帽ar铆amos en las playas de Varadero, y los malos tratos de los bur贸cratas de la cultura.

Recordamos un martes sin gloria en que recorr铆 las salas del Museo Nacional de Rumania sin m谩s compa帽铆a que los fantasmas del pasado y la discreta presencia de las guardias que terminaron por acostumbrarse al sonido de mi c谩mara y a mis expresiones de mexicano frente a maravillas insospechadas.

Recordamos el d铆a de Medell铆n que nos sorprendi贸 viendo Botero tras Botero tras Botero en el museo de Antioquia, en medio de una algarab铆a de ni帽os que disfrutaban su visita al museo como deber铆an disfrutar todos los ni帽os.

Recordamos los susurros asombrados que intercambiamos en los museos de Antropolog铆a de Xalapa y de M茅xico, asomados a usos y costumbres de pueblos antiqu铆simos.

Recordamos los peque帽os placeres que compartimos en el museo Jacquemart-Andr茅 y el gusto que nos dur贸 cuando salimos a caminar por el bulevar Haussmann y nos perdimos hasta encontrar una tienda donde compramos champ谩n que bebimos frente al Louvre, pensando en lo que hab铆amos perdido y en lo que hab铆amos ganado.

La historia se escribe ahora

Pero volvimos a Bruselas, donde el rey Alberto lleva ciento cincuenta y un d铆as preocup谩ndose por la suerte que puede sufrir el reino, que a fin de cuentas es un lugar en que conviven dos pueblos que hablan diferentes lenguas y tienen diferentes culturas.

Los que hablan flamenco (que se parece al holand茅s) y los que hablan franc茅s ya no quieren saber uno del otro.

Todo estar铆a muy bien si Bruselas no fuera la ciudad que ha terminado por simbolizar la Europa unida desde que era una parte insignificante del imperio de Carlomagno en el siglo VIII, pasando por una complicada serie de genealog铆as que culminaron en lo que todos vemos ahora.

Durante muchos a帽os, el norte agricultor (que ha vivido de los subsidios europeos desde qui茅n sabe cu谩ndo) domin贸 al sur de la industria que vio desaparecer lo que ten铆a gracias una globalizaci贸n que no sabe de hambre ni carencias.

Y en esto andan ahora, buscando separarse de otros que son iguales a ellos. Y uno mira lo que pasa y piensa, y sabe que las lecciones de historia que no est谩n en los museos est谩n escribi茅ndose ahora, aunque nadie se d茅 cuenta, y aunque hayan dejado de aparecer se帽ales maravillosas en los d铆as y en las noches.

ComentariosA帽ada su comentario

  • 1. A las 12:57 PM del 09 Nov 2007, Ana 贰蝉肠谤颈产颈贸:

    Muy linda narraci贸n Miguel, remite a lugares.

    Solo una peque帽a correcci贸n, decir que el flamenco "se parece" al holand茅s, es lo mismo que decir que el mexicano "se parece" al guatemalteco. SOn un mismo idioma, con las diferencias de cada pa铆s.

  • 2. A las 04:08 AM del 10 Nov 2007, Jonathan 贰蝉肠谤颈产颈贸:

    Me ha gustado la forma de relacionar la historia y mostrarme aspectos que desconoc铆a de Van Gogh.

  • 3. A las 01:02 AM del 31 Dic 2007, Roxana 贰蝉肠谤颈产颈贸:

    Es un viaje que cualquier amante delarte y de la historia quisiera hacer, la narraci贸n es muy linda, en alg煤n momento me vi caminando por Bruselas.

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